domingo, 5 de abril de 2009

Yo veo mi elemento amor

Los que saben o no saben un carajo dicen que Faustina es un nombre femenino de origen Latín, el cual proviene del latín feliz, a quien favorece la suerte.Me pregunto de donde lo habrán sacado. Acaso siento que me pasó un camión de doble acoplado por las dudas. Si se quiere entonces, llamémosle a eso "mi suerte."
Hablan de una naturaleza emotiva y coincidente, que se expresa por medio de lo ideal, lo genial y lo causal.
Faustina por definición, ama la experiencia, el saber y la evidencia. Le gusta sentirse retribuido.
Una cho-ta-da
Desde la naturaleza Expresiva dice que es adaptable, y expresa airosamente en cualquier nivel. Gentil, vivaz y amigable. Ama lo que está más allá de la superficie de los seres y de las cosas.
Su talento natural lo activa con una mente de pensamiento impaciente. Se expresa como pensador receptivo, sensitivo y observador en actividades que requieren de la versatilidad, la novedad y la curiosidad. Recibe aumento en los campos de acción que tocan al sentimiento, al deseo de vivir y al de inquirir en todos los campos, más bien como mente directora que como mano ejecutora. Ama el amor, no por lo que da, sino por lo que es.
"Mente de pensamiento impaciente", esto me encantó, realmente así soy.
Fulmina la historia con los campos profesiones en donde debería destacarse: vendedor, psicólogo, investigador, escritor, detective, viajante, corredor de bolsa o de seguros y cualquier profesión que implique manejo de dinero.
Escritora si, escritora, escritora toda la vida...

BASTA ♥

Basta de banderas que no representan a nadie
Para que seguir y seguir buscando a través
De la cruda historia que sembraron ayer
Es tiempo de empezar a pensar en crecer.
Basta de escuchar por escuchar
A aquellos que hablan y no dicen nada,
Yo creí estar en la cima y al caer
Mis pies besaron las cenizas y el dolor se hizo sangre
Es tiempo de empezar, a pensar en crecer.
Basta de pasar el tiempo en un café
Diagnosticando lo que estaría bien.
Basta de decir por decir y nunca hacer
Es tiempo de empezar, de empezar a crecer.
Basta de olvidar, no juegues con mi fe
Solo creo en mi, sabrás entender.
Basta no jodan más
Quiero vivir en paz, tus caricias me hacen mal.
Dame de tu copa que quiero probar
A que sabe tu veneno ya todo me da igual
Están llorando sangre las calles en la ciudad
Soy un perro ciego que solo quiere entrar
Ábreme tu puerta ya no puedo mas.
Basta no jodan más,
Quiero vivir en paz, tus caricias me hacen mal,
Soy un perro ciego nena, dando vueltas por la ciudad.

EL CAZADOR (AMOR SECO)

Esto harto de repetir,
estoy, cansado de soportar tanto veneno,
cuyando voy a aprender?.
que tanto anhelo me lastima.
y voy herido en tus manos, si,
no quiero despegar tanto dolor,
o que pensar.
el verano va a venir,
y yo, no puedo salir al sol sin enojarme;
y me alejo más de mí, pero,
lo que amo siempre es imborrable,
y voy herido en tus manos, si,
no quiero despegar tanto dolor,
o que pensar.
es tan fácil verse hoy,
no te engañes como yo,
que quise tomar por presa
al cazador.

RÍO GRIS (AMOR SECO)

Sobre aquél río gris,
navegas al pasar,
el recuerdo no existe allí,
te puedes olvidar,
no es fácil el desechar.
lo que te pasa
te podrás olvidar después,
pero te pasa. otra vez,
otra vez.
caminas por tu lugar,
sobresaliente,
le agravas a tu mirar,
HE!, se fué tu mente,
sin saber donde entrarás,
vas, otra vez,
sin ventajas sobre el mar,
vas, otra vez y otra vez.

EL ÑANDÚ (AMOR SECO)

Aprendí muy tarde
a amar como el ñandú,
entrando la cabeza en un capullo,
uno de los dos sangra,
y vos crees que soy yo,
seis fósforos ardiendo en un mangrullo.
pasaremos hoy. . .
pasaremos hoy.
es tu solución,
es tu ilusión.
sé que no habrá luz,
basta de pensar,
barriendo en un espejo,
somos muchos.
partiendo el tiempo en dos,
fruta por caer,
la noche se termina en un murmullo.
pasaremos hoy.
pasaremos hoy. .
es tu solución,
es tu ilusión.

GRASA DE CHANCHO (AMOR SECO)

Lejos se ve la ciudad,
purga pecados ajenos,
huyen los pobres del campo
cuanto es la vida, hecha de dolor.
un buitre de anchas alas,
gira alrededor de la esperanza
entre el honor y la virtud,
los hipócritas nos hablan de moral
Moscas que tienen dueño,
Moscas que tienen dueño.
castigo a los culpables,
dicen los carteles en la puerta,
nos habla un sacerdote
cuanto tiempo queda,
cuanto valés vos
grasa de chancho tiene que comer,
a ver si revientan
de una buena vez, etc.
Moscas que tienen dueño,
Moscas que tienen dueño.

SE QUEMA (AMOR SECO)

Una procesión, yéndose a confesar,
civilización lista para adorar,
un lugar, una fuente, cambiar de color,
como de necesidad;
frustraciones van cuando menos lo querés,
ya no hay más dolor,
ya no hay más que hacer,
un lugar, una fuente,
dos monedas caen, parte de lo que amé.
mil sirenas van,
algo no anda muy bien,
cruzo "LAS CALLES", vuelvo a mi casa después,
y un lugar, una fuente,
¿donde hay placer?, y lo que viene después,
en las lenguas hay fuego para convencer,
y en los montes animales quemándose,
un lugar, una fuente,
dos monedas caen, y parte de lo que amé.

COMBATES (AMOR SECO)

Combate
Si ponés una regla para poder andar,
quitás a tus ojos el poder de mirar;
algo empieza a oler mal,
sin embargo sigues, tus armas ya no están,
un sitio tan grande y nada que perder,
o más mañanas deseas volver a ver,
volver a ver.
caricias en vano corren por tu piel,
y tu solo quieres salir a correr,
esuchas basura en tu auricular,
parece grandioso pero es todo igual.
un sitio tan grande y nada que perder,
o más mañanas deseas volver a ver,
volver a ver.

CHUPA - CHUPA (AMOR SECO)

Una vida cubierta de gloria,
luminarias en el centro del poder,
una cara llena de siliconas,
en las nalgas y en los pecho también.
la recontra mil punta que te recontra mil
punta, hijo de punta, hijo de punta.
de tu mano se caen las joyas,
en las villas las luces muy bien,
si te siguen seguro tendrán premio,
llenos de lenguas chupando tus pies.
chupa, chupa, chupa,
chupa, chupa, chupa medias, chupa medias.
no!, otra vez no!, otra vez no!
otra vez no!, otra vez no!,
otra vez no!.
la reverencias siempre,
serán compradas,
todas las puertas se abrirán
hasta tu tumba será un
lecho de rosas,
pobres gusanos se intoxicarán.
nunca te dijeron que eras un hijo de punta,
chupa, chupa?, hijo de punta,
chupa, chupa,
hijo de punta, hijo de punta!.

ELLA ESTÁ MUERTA (AMOR SECO)

No se me para,
No se me para,
no pasa nada.
No pasa nada,
No se me para,
No se me para.
cierro los ojos, y pienso
cuantas veces te quise tener,
ahora que no se me para,
empiezo otra vez.
no pasa nada,
no pasa nada,
no se me para.
No se me para,
No se que pasa,
no pasa nada.
me compre una moto de las buenas,
y el pelo me deje crecer,
ahora que no se me para,
empiezo otra vez.
bufalo, bufalo, leche de puma,
búfalo, búfalo, leche de puma.
búfalo, búfalo.
sigo esperando,
sigo esperando,
sigo esperando,
sigo esperando,
no pasa nada,
no se me para,
no pasa nada,
no se me para,
corazón

HAWAII (AMOR SECO)

Luna de miel en Hawaii,
acariciando arena
los billetes flotan en el mar
aquí no hay problemas.
que compro aquí, que compro yo,
se pasa el día y debo gastar
quiero llevar recuerdos
quiero comprar una palmera.
y veo cosas bonitas,
saboreando frutos de mar,
compraré ésa montaña
que veo allá.
luna de miel en Hawaii
los mozos todo el tiempo viene y van
el mío no ha llegado
debe traernos otra botella
luna de miel en Hawaii
el sueño realizado
ahora volvemos y está todo mal
ya no es Hawaii, es Buenos Aires
y todo era tan bello,
y como podía gozar
ahora se pudrió todo, estamos acá.

BLANCANIEVES (AMOR SEXO)

Tiempo de descubrir
quien nos dice la verdad
quien esta mintiendo
una carroza de cristal
blanca nieves se caso de apuro
¿donde estoy yo ?
¿donde estas vos ?
durmiendo
mintiendo
Cuerpos exprimiéndose
temiendo lo que ocurrirá mañana
lamiendo la felicidad
el programa que ves hoy
es una droga sana
¿Donde estoy yo ?
¿donde estas vos ?
durmiendo
mintiendo
¿Donde estoy yo ?
¿donde estas vos ?
durmiendo
mintiendo
perdiendo
muriendo.

HOLA QUE TAL (AMOR SECO)

Hola que tal?, como estás?
de nuevo aquí, para encontrarnos.
no escucho bien lo que decís,
pero reís para afirmarlo
te queda bien lo que llevás
te maquillás como con barro
hoy me gustás, más que ayer
y mañana serás pasado.
Hola que tal?, como estás?
todos los gestos van ajustados
mirate a vos, mirame a mí
si parecemos como estancados
no te pasás más de ahí
no te pasás de lo marcado
buscás error en los demás
y vos ya sos un mejorado.
Hola que tal?. . .
Hola que tal?. . .
Hola que tal?. . .

SOMBRAS (MÁSCARAS DE SAL)

Sabés que despierto aquí,
no está lejos tu voz,
tal vez rasguñe mis propios restos,
que van y vienen.
miedo de olvidar,
sombras de tempestad,
a tavés del aire.
si al menos hubiera sol,
ésa noche,
nunca has caído sobre las olas,
sin ahogarte.
miedo de olvidar,
sombras de tempestad,
a través del aire.
las piedras devoran el tiempo,
no hay más que hablar,
solo son sueños lejanos,
mirándonos pasar
máscaras de sal.
sabés que despierto aquí,
no está lejos tu voz,
tal vez rasguñes mis propio restos,
que van y vienen.
miedo de olvidar,
sombras de tempestad,
a través del aire.

SI SUPIERAS (MÁSCARAS DE SAL)

Si supieras a donde ir,
intentaría fugarme solo,
intentaría fugarme solo,
para poder seguir,
llegar hasta la cima de todo,
para sentirse vivo,
llegar hasta la inmensidad,
para sentirse frío.
me estoy mirando en un espejo,
en un mueble tan viejo,
como la soledad,
veo mi calle, los ruidos, los autos,
llevando gente a trabajar.
si supiera adónde ir. . .

BWANA (MÁSCARAS DE SAL)

Una vez fui a pasear,
y saqué un pasaporte,
y a África fui a parar,
en medio de lo verde,
allí donde los animales
no preguntan nada,
que donde vengo o a
donde voy, y encima,
los nativos cantan.

CABEZA DE TURCO (MÁSCARAS DE SAL)

Ya nada me hace desaparecer,
aunque a veces vendría bien.
sabés, nunca quise saber,
cuando me escapo y quiero volver.
aparecemos como por la señal,
que conocemos, dicen, es muy normal.
sin antiparras y en soledad,
los saludos molestan mucho más.
no quiero ver a nadie hoy!,
no quiero ver a nadie hoy!,

PECES (MÁSCARAS DE SAL)

Estamos en el gran lugar,
lugar de fábulas,
impregnado de sexo, bombas,
y palabras.
viviendo como bestias,
ensuciando las calles,
rechinando los dientes
peces muertos sobre el agua
sobre el agua.
estamos en el gran lugar,
elevados alambres
autopistas recortadas,
monótono gris de carreteras,
excéntricos poderosos
gesticulando ante la cámara,
rock´n´roll artificial.
héroes pidiendo limosna,
pidiendo limosna.
un juramento,
una mano levantada
prometiendo a Dios, cumplir su palabra.
hacedores de destino
llenandosé los bolsillos,
manos abiertas al sol
peces muertos sobre el agua
sobre el agua.

ASTROBOY (MÁSCARAS DE SAL)

If, you feel a heavy smoke,
and the trash is around you.
if you are lonely in the city,
you think that you want it.
I know that for something,
your foot still walks away,
and that you will arrive at a
dark horizon.
If you need an animal,
call my name!, call my name!,
If you need an animal,
call my name!, call my name!

MÚSCULOS (MÁSCARAS DE SAL)

Si querés ser un hombre importante
y que toda la gente te diga !guau!
si querés andar por las veredas,
Y que todas las chicas te digan!guau!,
Músculos!. . .
si querés parecerte a Schwartzseneger,
deberás conseguir un buen gimnasio
y así podrás ver que tu cuerpo
comienza a crecer,
Músculos!. . .

ESCALERAS (MÁSCARAS DE SAL)

En éste sitio donde me ves,
hay nubes negras, hasta en los pies,
mira, no las ves.
tu cabeza volteás para el costado,
que parecés desesperado,
pensé, porqué es.
solo escaleras para bajar,
mirando arriba.
no, no es para mí,
ni para nadie.
lo que te gusta te ciega bien,
aunque riendoté ahora estés,
mentís, lo sabés.
porque a tu casa cuando volvés,
no sos lo mismo que parecés,
pensá, por qué.
solo escaleras para bajar,
mirando arriba.
no, no es para mí,
ni para nadie.
si le preguntás a Superman,
seguro el te va a contar,
que para él volar es fácil,
que de la tierra hay que despegar.
y ahora vos estás en un hospital,
todo tu cuerpo se siente re-mal,
lo único que hacés es soñar que volás,
como la mosca que mirás pasar,
estás loco,
estás loco. . .
solo escaleras para bajar,
mirando arriba.
no, no es para mí,
ni para nadie.

SOLO (MÁSCARAS DE SAL)

Voy andando en los trenes por viajar,
veo miles de personas por mirada,
la locura colectiva,
la locura individual,
hoy quería estar, con gente sin hablar.
a pesar de los lugares que visitás,
a pesar de las bocas con las que hablás,
a pesar de la música que escuchás,
solo vas, solo estás,. . .
solo, para pensar,
solo, para mirarte,
solo y no podés mirar.
sigo andando en los trenes por viajar,
siego viendo a las personas por mirar,
la locura colectiva,
la locura individual,
hoy quería estar con gente, sin hablar.
solo, para pensar,
solo, para mirarte,
solo y no podés mirar.

TUCÁN (MÁSCARAS DE SAL)

Si vos querés sentirte todo un rastaman,
todos los temas de Marley, man,
deberás estudiar.
y ahora que recién empezaste a fumar,
todo un reguero serás, pero en tu lugar,
no hay calles de tierra.
como un tucán, can, can,
te echaste a volar,
como un tucán, can, can,
no quisiste entrar,
como un tucán, can, can,
te echaste a volar,
te echaste a volar, como un tucán.
si vos querés venir conmigo a Sta. Clara de Morris,
no te vas a agrandar como si fueras Chuckl Norris,
por eso ven, entrá, tampoco con la mirada tan baja,
en San Damián,
no está ni tu papá, ni tu mamá,
no estás en tu casa.
como un tucán, can, can,
te echaste a volar,
como un tucán, can, can,
no quisiste entrar,
como un tucán, can, can,
te echaste a volar,
te echaste a volar, como un tucán.

CAPITÁN AMÉRICA (MÁSCARAS DE SAL)

Moviéndose, torres de cristal
irrompibles frente a mi.
garantizado.
caen sobre mí,
las cadenas de supermercados,
"compre más barato"
garantizado.
moviéndose,
caen sobre mí,
"correrse pa´l fondo",
y si no puedo ver donde voy,
parece que me pasé.
América,
debo estar en América del Sur,
bien al Sur. . .
garantizado
salpicándome,
sobre la ropa recién lavada,
con jabón en polvo.
garantizado.
moviendosé,
caen sobre mí...

ORUGAS (MÁSCARAS DE SAL)

Salí una tarde a caminar
a darle aire, a mi ansiedad
quise olvidarme de consumir
que ni el almuerzo salí a comprar.
nunca jamás imaginé
lo que ésa tarde iba a pasar,
bajo de un árbol me recosté,
y ví a ésa oruga, mirando me decía:
ah- ah- ah- ah- ah- ah- ah- . . .
hipnotizado y sin hablar,
me mira fijo, que va a pasar?,
detrás de ella venían más,
muy decididas a almorzar, decía:
ah- ah- ah- ah- ah- ah- ah- . . .
todas verdosas, van por detrás,
me van llevando a su lugar,
es increíble, yo en su mesa,
soy su comida, su gran manjar.
ah- ah- ah- ah- ah- ah- ah- . . .

SENDEROS (MÁSCARAS DE SAL)

Senderos de victoria,
las sombras de las aguas,
pensaba demasiado
hasta tratar de tocarte.
no podía distinguir,
hechos del mundo real,
yo te podía enfocar,
hasta klos sitios sin niebla.
sedientos de saber,
existirá algún modo,
tal vez hubo unn error,
choque de hombres y sombras,
el destino no hace acuerdos,
el dolor tapa la tierra,
el mundo es muy extraño,
el mundo es muy extraño.
viviendo de los sueños,
la libertad resucita,
desgarrados de amor,
el paraíso perdido,
cabalgué por el hielo,
remolinos de silencio,
ojos clamando al cielo,
ojos clamando al cielo.
escribir, soñar por donde empezar,
sabes la lección, hora de volver,
a partir de hoy no lo vuelvo a hacer,
vida que se pierde, tiempo que se fué,
ciegos de saber, contra la pared,
todos te di, a que tenés que hacer,
hasta los amigos pueden traicionar,
hasta las palabras se pueden cambiar.

NUNCA ME DES LA ESPALDA

Mucho mitos existen acá,
muchas sombras te seguirán
alguien llama y no estás,
en la tormenta te cubrirás
mucho mitos existen acá,
muchas sombras te seguirán
alguien llama y no estás,
en la tormenta te cubrirás
¿que ocurrirá ese mismo día?
con ese silencio y piedras
en mi ciudad
¿que ocurrirá ese mismo día?
con ese silencio y piedras
en mi ciudad.
no!, en mi ciudad
no!, !no!, en mi ciudad
ooohh!

VEINTE MINUTOS

Noches y más noches,
antes de amanecer,
tratando que mi corazón no explote,
diciéndome: no quiero morir,
diciéndome: no quiero morir,
veinte minutos de felicidad,
solo veinte minutos.
Oohh!, saldré a buscarte hoy,
esta noche,
Oohh!, te quiero frente a mí!. . .
noches y más noches,
hablando sin parar,
escuchando planes supergloriosos,
buscando taparme un poco,
diciendomé: no quiero morir,
diciéndome: no quiero morir,
veinte minutos de felicidad,
solo veinte minutos.
Oohh!, saldré a buscarte hoy,
esta noche,
Oohh!, te quiero frente a mí!. . .
noches y más noches,
pensando que voy a hacer,
no quiero que mi corazón explote,
diciéndome: no quiero morir,
diciéndome: no quiero morir,
birnieff
veinte minutos de felicidad,
cuando no son tres.
Oohh!, saldré a buscarte hoy,
esta noche,
Oohh!, te quiero frente a mí!. . .
noches y más noches. . .
NO!

SIN HILO

Parece ser, que ya no puedes ver,
ni lo blanco ni lo negro,
ni lo que te sucede,
y pensás que vivís mejor
gracias a un reloj,
¿que tiempo querés saber?
porque mis agujas ya tiene,
en lo que dicen ellos,
siempre tienen razón,
coleccionistas de diario y
los que te ves en la tele.
pero, que se duerman con su información,
basta saber como estoy.
¿como estoy?, ¿como estoy?,
¿como estoy?, ¿como estoy?.
parece ser, que ya no puedo ver,
ni lo blanco, ni lo negro,
ni lo que me sucede,
y pensar que no va todo tan mal,
sin embargo no puedo mirar,
un maldito amanecer,
sigo en ésta ruta, un cartel:
"no se puede frenar",
no quiero ser uno más
que no podrá volverse,
por eso, no, no, no,
no quiero llegar,
de allñi no hay como zafar,
como las misma muerte.
¿como estoy?, ¿como estoy?,
¿como estoy?, ¿como estoy?

BOMBACHITAS ROSAS

Muchos días quise hablar,
muchas sombras hay acá,
cuando te busco no te estás,
cuando te encuentro te vas,
te vas.
si sabés que voy a hacer,
no me quieras convencer;
siempre mirando hacia atrás,
nunca, nunca entenderás,
nunca entenderás.
entrás en mi casa hoy,
tienes miedo a lo que soy,
tu sonrisa se me va,
si sabés muy bien a donde,
voy,
a donde voy
muchos días quise hablar,
muchas sombras hay acá,
cuando te busco no estás,
cuando te encuentro te vas,
muy lejos, te vas.

Levanta polleras
Miro la gente y pienso
que podría quedarme en mi casa
mis huesos me duelen ésta noche
pero está todo bien,
vamos en coche
tratame de seguir,
pero no creas mucho en mí,
ni en lo que me pasa
alguien levanta polleras a cualquiera
que se deja mirar cuando pàsa
miro la gente y pienso
que podría quedarme en mi casa
mis huesos me duelen ésta noche
pero está todo bien,
vamos en coche
tratame de seguir,
pero no creas mucho en mí,
ni en lo que me pasa
alguien levanta polleras a cualquiera
que se deja mirar cuando pasa

MOVETE

Movete, si ya está en el cielo,
movete, si ya está en el cielo,
si tu quieres estar ahí,
nadie te lo pùede impedir,
si tu quieres estar ahí,
nadie te lo puede impedir,
por eso,
movete, si ya está en el cielo
movete, si ya está en el cielo,
si tu quieres estar ahí,
nadie te lo pùede impedir,
si tu quieres estar ahí,
nadie te lo puede impedir,
por eso,
movete, si ya está en el cielo
movete, si ya está en el cielo

LA VACA Y EL BIFE

Aberdeen Angus
tenía una vaca,
Aberdeen Angus
tenía una vaca,
una buena vaca mantenia
de un gran tesoro
yo me hacia
en un futuro cercano sría
mi comida.
Aberdeen Angus
tenía una vaca,
Aberdeen Angus
que hacía mucha caca
pero un día cuando yo dormía
la amordazaron, ni muh! decía,
la llevaro, y terminó
echando humo
en una parrilla
me quedé sin molleja,
me quedé sin riñon,
no habrá choripan en mi mesa
por culpa de ésos ladrones.
tenía una sola vaca,
tenía una sola vaca,
porque se la llevaron
a mi querida
Aberdeen Angus. .

CORDEROS EN LA NOCHE

Trátanos
como si fueras pastor,
llévanos
a donde no haya dolor,
porque allá
nos tratan de dispersar,
y hay más,
tratálo de imaginar.
llevame a la mejor estación,
llevame a la mejor estación.
OVEJAS!!. . .

HOY


No entiendo si el transcurso de la vida hacer olvidar ciertos momentos ó no, aunque particularmente cuándo lo pienso me llega una especie de mal trago, se reconstruye alguna opinión y me surge la duda, la duda de la vida ó las dudas de la vida.
Paseando por caminos nuevos digo que la desconfianza se hace carne a veces y te limita seguir, lo bueno es que existen algunos gramos de autosuficiencia ó no se cómo llamar lo que te permite seguir adelante y solucionar varios aspectos sola.
Ahí es dónde pienso en cosas en las cuáles no tendría que detenerme y me pregunto si serán olvidadas en algún momento, no sé específicamente si me hace tan mal, sé que no me hace bien pero hoy pude descubrir la mínima tontería que de quizás de nada sirvan- sólo decir que pensaba que antes era necesario revolver el pasado e ir sacando trozitos ó trozotes' de un par de recuerdos que estaban ya en la caja de polvo.
Días cómo hoy son los que no entiendo en parte a la vida y menos a mí, muchas dudas están en mí cabeza y se fragmentan en mís 19 años de vida.

'FALOPAS DURAS EN TIPOS BLANDOS, AHUECAN CORAZONES'

EP- SAINT EXUPÉRY

Sé que en algún lugar del mundo, existe una rosa única, distinta de todas las demás rosas, una cuya delicadeza, candor e inocencia, harán despertar de su letargo a mi alma, mi corazón y mis riñones.

A esa rosa, donde quiera que esté, dedico este trabajo, con la esperanza de hallarla algún día, o de dejarme hallar por ella.

Existe... rodeada de amapolas multicolores, filtrando todo lo bello a través de sus ojos aperlados, cristalinos y absolutamente hermosos..

MANOS ARRIBA


Uno. Hace poco, mi casa fue asaltada. Los ladrones se dejaron una sierra (en el mango se lee: Facilitando su trabajo) y un reguero de cosas que tuvieron que abandonar en la estampida. Entre las cosas que pudieron llevarse, estaba una computadora que yo acababa de comprar y que iba a ser la primera de mi vida. Mi progreso tecnológico ha sido interrumpido por la delincuencia.
Yo bien sé que el episodio carece de importancia, y que al fin y al cabo forma parte de la rutina de la vida en el mundo de hoy, pero el hecho es que no he tenido más remedio que agregar rejas a las rejas y que ahora mi casa parece, como todas, una jaula. Como a todos, una nueva dosis de veneno me ha sido inoculada: el veneno del miedo, el veneno de la desconfianza.

Dos. Es una antigua leyenda china. A la hora de irse a trabajar, un leñador descubre que le falta el hacha. Observa a su vecino: tiene el aspecto típico de un ladrón de hachas, la mirada y los gestos y la manera de hablar de un ladrón de hachas. Pero el leñador encuentra su herramienta, que estaba caída por ahí. Y cuando vuelve a observar a su vecino, comprueba que no se parece para nada a un ladrón de hachas, ni en la mirada, ni en los gestos, ni en la manera de hablar.

Tres. El filósofo británico Samuel Johnson decía, a mediados del siglo 18: “La seguridad, dé lo que dé, da lo mejor”. Dos siglos después, decía el filósofo italiano Benito Mussolini: “En la historia de la humanidad, el policía ha precedido siempre al profesor”. Y ahora grandes carteles nos advierten, en los supermercados: “Sonría: por su seguridad, lo estamos filmando y grabando”.

Cuatro. Bien lo saben los políticos y los demagogos de uniforme: la inseguridad es el pánico de nuestro tiempo. Y las estadísticas confirman que el mundo está transpirando violencia por todos los poros.
Colombia es el país más violento del mundo. Los asesinatos de todo un año en Noruega equivalen a un fin de semana en Cali o Medellín. Se supone que la violencia colombiana es obra del narcotráfico y de la guerra entre militares, paramilitares y guerrilleros. Pero la organización Justicia y Paz atribuye la mayoría de los crímenes, siete de cada diez, a “la violencia estructural de la sociedad colombiana”. Colombia es uno de los países más injustos del mundo: ochenta por ciento de pobres, siete por ciento de ricos; de cada cien adultos, 22 están desempleados y 55 trabajan a la buena de Dios, en eso que los expertos llaman mercado informal.

Cinco. En Brasil, se roba un auto cada minuto y medio. Durante las horas más peligrosas, que son las horas de la noche, los conductores de vehículos en Río de Janeiro están autorizados a saltarse los semáforos en rojo. Y no sólo se roban autos. Gran éxito está teniendo un escultor de alegorías de carnaval, que está fabricando guardias virtuales para las empresas de seguridad: son maniquíes de uniforme policial, hechos de fibra de vidrio, con microcámaras en lugar de ojos. Otros guardias, de carne y hueso, disparan y matan y preguntan después. Muchas de sus víctimas son niños de la calle.
Brasil es, como Colombia, un país violento y un país injusto: el más injusto del mundo, el que más injustamente distribuye los panes y los peces. Veintiún millones de niños viven, sobreviven, en la miseria.
Hélio Luz, que hasta hace poco fue jefe de policía en Río, recordó recientemente, en una entrevista, que la policía brasileña no nació para proteger a los ciudadanos: fue creada, en 1808, para controlar a los esclavos.
Los esclavos eran negros; y negros son, hoy día, la mayoría de sus víctimas.

Seis. Los policías y los políticos latinoamericanos acuden, en peregrinación, a Nueva York. Allí, aprenden la fórmula mágica contra la delincuencia. La tolerancia cero se aplica hacia abajo, como la represión cero se aplica hacia arriba. Esta criminalización de la pobreza castiga al delincuente antes de que viole la ley. Hasta los graffiti merecen castigo, porque delatan “una conducta protocriminal”.
La delincuencia ha disminuido, en Nueva York y en todo el territorio estadounidense. Pero no como resultado de la política de intolerancia: la mano dura sólo ha servido para multiplicar los horrores policiales contra los negros en el reino del alcalde Giuliani. Como bien dice el juez argentino Luis Niño, la tasa de criminalidad ha caído, en Estados Unidos, en la misma medida en que ha subido la tasa de ocupación: hay menos delito porque hay pleno empleo.
El milagro del pleno empleo, o de algo que en todo caso se le parece bastante, ha sido posible en este país que tiene al mundo entero trabajando para él. Pero la inseguridad es un buen negocio, y las cárceles privadas necesitan presos, como los pulmones necesitan aire. Más vale prevenir que curar: cuantos menos delitos se cometen, más presos hay. En los últimos quince años, por poner un ejemplo, se ha multiplicado por tres la cantidad de menores de edad encerrados en cárceles de adultos, “para que los chicos se conviertan en adultos productivos”, como explica James Gondles, vocero de las empresas privadas que se ocupan de encerrar gente en el país que tiene la mayor cantidad de presos en el mundo.

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PROGRESOS

La modernización

Levi Freisztav lee, escribe, pinta y talla maderas, hasta la caída de la tarde. Más, no. Ya los ojos sienten el paso y el peso de los años; y él prefiere guardar los ojos para mirar las montañas.
Con la mirada clavada allá, en los altos picos donde se enredan los jirones del crepúsculo, Levi evoca los tiempos idos. Ya hace casi medio siglo que se vino a la Patagonia, desde Buenos Aires, por casualidad o curiosidad, y aquí se quedó para siempre: caminando estas tierras y estos aires, Levi descubrió que sus padres se habían equivocado de mapa cuando le dieron nacimiento.
Apenas llegó al sur, este sur que iba a ser su lugar en el mundo, Levi consiguió trabajo en un proyecto de hidroponía. Un doctor del lugar había leído, en alguna revista, que los norteamericanos estaban plantando lechugas en el agua, y el doctor decidió poner en práctica esa novedad. Levi cavaba, clavaba, sudaba, montando día tras día una complicada estructura de tubos acanalados, hierros y cristales. Si lo hacen en Estados Unidos por algo será, decía el doctor, es una fija, no puede fallar; esa gente está a la vanguardia de la civilización y de todo, llevamos varios siglos de atraso; la tecnología es la llave de la riqueza.
En aquellos tiempos, Levi era todavía un bicho urbano, un hombre del adoquín o del asfalto, de esos que creen que los tomates nacen del plato y se quedan bizcos cuando ven un pollo que camina. Pero un día, contemplando las inmensidades de la Patagonia, la vasta verdería de estos valles vacíos, se le ocurrió preguntar:
–Oiga, doctor. ¿Valdrá la pena? ¿Valdrá la pena, con tanta tierra que hay?
Perdió el trabajo.

Visitas

Había corrido la sangre, sangre de los inocentes y sangre de los valientes y Sicilia parecía por fin libre de mafiosos.
Entonces, llegaron los extraterrestes. En la ciudad de Palermo, que está en la punta de esa isla que la bota de Italia patea, un vecino llamado Salvatore denunció a la policía que un extraterrestre le había robado la motoneta. Otro vecino, Sergio, publicó una carta, en un diario local, revelando que había sido secuestrado por unos enanos con antenitas.
Mientras tanto, otro vecino, Aldo, se preparaba para viajar al espacio sideral. Tenía listo el equipaje, no más que un par de zapatillas y una camiseta, ayunaba para no pesar y se había afeitado todo el cuerpo, hasta las cejas, para que la astronave pudiera aspirarlo sin que los pelos molestaran la fuerza magnética. Había un planeta, decía Aldo, donde las máquinas hacían todo y la gente era feliz.

El desobediente

Wagner Adoum andaba en su automóvil con la vista siempre clavada al frente, sin echar jamás ni una sola ojeada a los carteles que daban órdenes al borde de las calles de Quito y de las carreteras del país. Los amigos le decían que eres un suicida y un peligro público, que ya basta de provocar zafarranchos y estampidas, tienes que respetar los carteles, hazlo por tu vida y por la vida de los demás.
Pero él se defendía. No lo hago por distraído, decía:
–Yo nunca maté a nadie. Y si tengo los años que tengo y sigo vivo, es porque nunca hice el menor caso a los carteles.
Gracias a eso, decía, él no había bebido un océano de coca-colas, ni había comido una montaña de hamburguesas, ni se había cavado un cráter en la panza tragando millones de aspirinas y había evitado que las tarjetas de crédito lo hundieran hasta los pelos en el pantano de las deudas. Y así se había salvado de morir por ahogo, indigestión, hemorragia o asfixia.

El funcionario

Horacio Tubio había alzado casa en el valle de El Bolsón, pero la casa no tenía luz eléctrica. El había venido desde California, cargando sus modernos chirimbolos: la computadora, el fax, el televisor y el lavarropas se negaban a funcionar con luz de velas.
Horacio acudió a la oficina correspondiente. Lo atendió un ingeniero. El ingeniero consultó unos enigmáticos mapas y respondió que ya el servicio estaba funcionando en esa zona.
–Sí, funciona –reconoció Horacio–. Funciona en el bosque y solamente en el bosque. Los árboles me dijeron que están agradecidos, pero ellos no necesitan luz eléctrica.
El ingeniero se indignó:
–¿Sabe cuál es su problema? La arrogancia –sentenció–. Con esa arrogancia, usted no va a conseguir nunca nada.
Horacio se retiró, cerró la puerta. Y enseguida golpeó, toc-toc:
–¡Adelante! –mandó el ingeniero.
Toc-toc, seguían los golpecitos.
El ingeniero se levantó y abrió: Horacio estaba allí, de rodillas humillando la cabeza:
–Usted, ingenierio, que ha tenido la suerte de poder estudiar...
–Levantese, levantese.
Arrodillado, Horacio gemía:
–Usted que tiene un título, ingeniero...
Horacio miraba al suelo; el ingeniero miraba al techo:
–Levantese, por favor.
–Comprenda mi situación, ingeniero, yo quisiera aprender a leer, pero no tengo luz...
—Le ruego que se levante –suplicaba el ingeniero.
–... y sin luz, ¿cómo voy a aprender a leer? –insistía Horacio, las rodillas clavadas al piso–. Usted comprenda...
Al día siguiente, la luz eléctrica llegó a su casa.

El cielo y el infierno

Los bisontes de Altamira siguen huyendo; la Gioconda sigue ofreciendo su sonrisa sobradora; no se han muerto los fusilados que Goya pintó ni se han marchitado los girasoles de Van Gogh. Cuando dan inmortalidad a lo que pintan, aunque sea no más que una terrestre y mortal inmortalidad, los artistas desafían la ley divina: Dios sospecha, con toda razón, que estos señores quieren hacerle la competencia y eso a El no le gusta ni un poquito.
El Tola Invernizzi, que es del oficio, sabe que los pintores no van al Cielo. Pero tiene esperanzas. Fuentes bien informadas le contaron que allá en las alturas han cambiado, en estos últimos días, las leyes de inmigración y que ahora están otorgando facilidades. Ya San Pedro no alza la mano para impedirte el paso:
–Usted no ha sido tan bueno como dice.
En cambio, el portero de Dios te palmea la espalda:
–Usted no ha sido tan malo como cree.
Dice el Tola que le dijeron que la nueva política celestial se explica porque el Paraíso se ha quedado casi vacío. Algunas almas, las más santas, ya no podían soportar las comodidades del aire acondicionado sabiendo que hay otras almas condenadas a achicharrarse en el fuego y, por solidaridad, han renunciado al reino de la salvación y se han arrojado a los abismos. El eterno aburrimiento ha empujado a otras almas, no tan santas, a pedir el retiro, hartas como estaban de pasarse la eternidad escuchando siempre a los mismos angelitos tocando siempre el mismo concierto para arpa sola y siempre sobre la misma nube. Y otras almas, muchas, han sucumbido a la publicidad, que desde el infierno promete calor tropical, carne a las brazas, trago gratis, amor libre y otras perdiciones.

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TIEMPOS


La ultratumba

Según dicen los que saben, los enterradores confundieron los muertos. Palada va, palada viene, han metido a Nenona Santamaría en la tumba de Froilán Rotundo, y Froilán Rotundo ha ido a parar a la tumba de Nenona Santamaría.
La virtuosa mujer, que yace bajo la lápida del canalla, no recibe flores ni visitas. El, hombre de infame memoria en todo el golfo de Maracaibo, tan malo que la gente hacía cola para odiarlo, tiene un jardín encima, y nunca le faltan dolientes con quienes conversar.
A Socorrito, la hija de Nenona, le suena rara la voz de la mamá, un vozarrón de matón borracho, pero ha de ser la muerte, piensa, que la ha dejado ronca. Sentada en el suelo, junto al mármol tapado por la florería, Socorrito cuenta tristuras y recibe consejos.
Le gusta la ropa ajena:
–Róbala.
El padre está gagá:
–Echalo.
El pueblo la aburre:
–Quémalo.
El bebé no la deja dormir:
–Martíllalo.
La vecina miente:
–Mátala.
El marido huele a perfume de otra:
–Destrípalo.
Ella se siente fea:
–Suicídate.

La estrella fugaz

Algunas noches, en los cafés, la competencia venía feroz:
–A mí, allá en la infancia, me meó un león –decía uno, sin alzar la voz, como negando importancia a su tragedia.
–A mí, me gustaba caminar por las paredes. En casa, no me dejaban -confesaba otro, como si su prohibida proeza fuera cosa de nada.
Y otro:
–Yo, de muchacho, escribía poemas de amor. Los perdí en un tren. ¿Y quién los encontró? Neruda.
Y cabeceando sonreía, como si fuera incapaz de rencor contra quien le había robado sus llaves del Olimpo. Pero don Arnaldo, de profesión odontólogo, no se dejaba intimidar. Acodado en el mostrador, soltaba un nombre:
–Libertad Lamarque.
Esperaba el impacto, y después:
–¿Les suena?
Y entonces evocaba su encuentro con la Novia de América.
Don Arnaldo no mentía. Una madrugada, allá por los años treinta, la actriz y cantante argentina Libertad Lamarque venía sufriendo duro castigo en un hotel de Santiago de Chile. El marido le estaba gritando puta, no por lo que era sino por lo que podía llegar a ser, mientras le volaba bofetadas, como tenía costumbre, porque más vale prevenir que curar. En plena biaba, Libertad gritó:
–¡Basta! ¡Vos lo quisiste! –y se arrojó en picada desde la ventana del cuarto piso. Rebotó en un toldo, y aplastó al odontólogo, que venía de visitar a la mamá y justo en ese momento pasaba por la vereda. Libertad quedó intacta, y también intacto quedó su pijama de seda roja bordado de dragones chinos, pero el infortunado don Arnaldo fue conducido, en ambulancia, al hospital.
Cuando se le recompuso el hueserío, y le quitaron sus vendajes de momia, don Arnaldo empezó a contar la historia que después siguió contando, hasta el fin de sus días, en los cafés y en todo lugar donde hubiera alguna oreja: desde el cielo, desde la alta nube donde moran las diosas del cine y del tango, aquella estrella fugaz se había dejado caer sobre la tierra, y entre millones de hombres lo había elegido a él, sí, a él, y entre sus brazos se había desplomado, por no morirse sola.

Maleficios

Según Sara Hermann, cualquier avión puede venirse abajo si contiene un equipo deportivo completo, aunque sea de ajedrez. También constituye grave amenaza la exaltación patriótica en cualquiera de sus formas, desde la ostentación de escarapelas o banderitas hasta la entonación de himnos.
Eric Nepomuceno tiene la convicción de que ningún avión puede sostenerse en el aire si contiene más de tres monjas o más de seis niños con orejas del ratón Mickey.
Sara y Eric saben que nadie muere en la víspera, salvo el pavo de Navidad, y que cada persona tiene su día marcado para morir, a ras de tierra o en los altos aires. Pero cuando suben a un avión, sudan la gota gorda pensando: Yo no sé si ha llegado mi día. Pero, ¿y si ha llegado el día del piloto?

La alfalfa

Cuando el tiempo está enemigo, cielos negros, días de hielo y tormentas, la alfalfa recién nacida se queda quieta y espera. Los tímidos brotecitos se echan a dormir, y en la dormición sobreviven, mientras dura el mal tiempo, por mucho tiempo que el mal tiempo dure.
Cuando por fin llegan los soles, y azulea el cielo y se entibia el suelo, la alfalfa despierta. Y entonces, recién entonces, crece: tanto crece, que uno la mira y la ve crecer. Y pronto los campos de alfalfa alzan una mar bajo el cielo, una mar de verdería: la alfalfa ondula, en oleajes verdes, empujada por un viento que no viene del aire, sino de sus propias ganas de vivir, y que quizá sube desde el fondo de la tierra encantada.

La mar

En una terraza de la ribera, echado al sol, Rafael Alberti estaba mirando la mar, tocándola con los ojos, respirándola: el vuelo sin ningún apuro de las gaviotas y los veleros, la espuma luminosa, el viento azul. Y de pronto se estremeció, como si fuera la primera vez, y sintió el asombro de estar, de seguir estando. Se volvió hacia Marcos Ana, que callaba a sulado y, apretándole el brazo, dijo, como si nunca lo hubiera sabido, como si recién lo descubriera:
–Qué corta es la vida.
Unos días después, Alberti murió, de cara a la mar, en esta bahía de Cádiz donde noventa y seis años antes había nacido.


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PALABRAS EN EL INFIERNO

1/ La palabra y el crimen
En 1955, la American Psychiatric Association publicó un informe sobre la patología criminal. ¿Cuál es, según los expertos, el rasgo más típico de los delincuentes habituales? La inclinación a la mentira. Así, queriendo retratar al hampón característico, los psiquiatras norteamericanos dibujaron el perfecto identikit de los hombres más poderosos del mundo.
En otro informe, publicado medio siglo antes, la misma asociación de psiquiatras había diagnosticado que los delincuentes habituales mostraban “una crónica incapacidad para aprender de la experiencia”. Ahora, a la vista está: los ladrones de gallinas y los navajeros de suburbios aprenden de la exitosa experiencia de los reyes del dinero, de la política y de la guerra. Allá arriba, en las cumbres, “la inclinación a la mentira” es tradición milenaria y costumbre cotidiana. Y desde la cúspide social se irradia esta lección universal: Quien no miente, está frito.

2/ La palabra y la guerra
Por paradoja del progreso tecnológico, cada día estamos más informados y más manipulados. Después de las dos guerras contra Irak, que continúa sufriendo bombazos, fue el turno de Yugoslavia: otro manijazo a la máquina que vende armas y miente pretextos. Para descargar su diluvio de misiles sobre Yugoslavia, el despotismo militar inventó una “misión humanitaria”. El sensible corazón de las potencias occidentales no podía soportar “la limpieza étnica” de Milosevic contra los albaneses de Kosovo. Entre otros instrumentos, la misión humanitaria utilizó helicópteros llamados Apaches y misiles llamados Tomahawk. Apaches, Tomahawk: dos palabras que algo tienen que ver con otra limpieza étnica, ocurrida precisamente en el país que arrasó a sus indígenas antes de ocuparse de redimir al mundo.
Ante la indiferencia o el aplauso de casi toda la opinión pública internacional, Estados Unidos y sus aliados acaban de celebrar, en los Balcanes, un auto de fe que arrojó a las llamas la Carta de las Naciones Unidas, la Carta de Fundación de la OTAN, la Convención de Viena y los Acuerdos de Helsinki. Las grandes potencias de Occidente habían mentido firmando con la mano, lo que después han borrado con el codo.
El escritor norteamericano John Reed escribió, en 1917: “Las guerras crucifican la verdad”.

3/ La palabra y los banqueros
Aquel John Reed, el escritor, había sido amigo de Pancho Villa. Ochenta años después, otro John Reed es director ejecutivo del Citibank, y el Citibank es amigo de Raúl Salinas, el voraz hermano de quien fuera, hasta hace un rato, presidente de México.
–Tenemos una misión de Gargantúa –dice John Reed, el de ahora–. Aspiramos a tener mil millones de clientes. Mil millones de amigos.
Por esas cosas de la amistad, el Citibank evaporó cien millones de dólares de Raúl Salinas, que provenían del tráfico de drogas. En nuestros días, la desaparición de personas es una especialidad militar, y los banqueros se ocupan de la desaparición del dinero. En su edición del 14 de diciembre del ‘98, la revista Time publicó las conclusiones del Congreso de Estados Unidos, que investigó este asunto: el Citibank organizó el viaje de los cien millones de narcodólares a través de cinco países, y ayudó a don Raúl a inventar empresas fantasmas y nombres de fantasía, hasta que se borró la pista.
Según la revista Time, resulta improbable que los directivos del Citibank puedan ser procesados, porque el banco alega que “ignoraba que su cliente pudiera estar envuelto en actividades criminales”. El Citibank también afirma que “este error no autoriza a desconocer nuestros esfuerzos en la lucha contra el lavado del dinero de origen ilícito”. Este apóstol de la honestidad ocupa el tercer lugar entre los bancos privados más poderosos del mundo. O sea: el Citibank es uno de los selectos miembros del gobierno planetario, que decide todo, hasta la frecuencia de las lluvias, en los países deudores.

4/ La palabra y la publicidad
Hoy por hoy, la publicidad tiene a su cargo el diccionario del lenguaje universal. Si ella, la publicidad, fuera Pinocho, su nariz daría varias vueltas al mundo.
“Busque la verdad”: la verdad está en la cerveza Heineken. “Usted debe apreciar la autenticidad en todas sus formas”: la autenticidad humea en los cigarrillos Winston. Los zapatos deportivos Converse son “solidarios” y la nueva cámara de Canon se llama “Rebelde”: “Para que usted muestre de qué es capaz”. En el nuevo universo de la computación, la empresa Oracle proclama la revolución: “La revolución está en nuestro destino”. Microsoft invita al heroísmo: “Podemos ser héroes”. Apple propone la libertad: “Piense diferente”. Comiendo hamburguesas Burger King, usted puede manifestar su inconformismo: “A veces hay que romper las reglas”. Contra la inhibición, Kodak, que “fotografía sin límites”. La respuesta está en las tarjetas de crédito Diner’s: “La respuesta correcta en cualquier idioma”. Las tarjetas Visa afirman la personalidad: “Yo puedo”. Los automóviles Rover permiten que “usted exprese su potencia” y la empresa Ford quisiera que “la vida estuviera tan bien hecha” como su último modelo. No hay mejor amiga de la naturaleza que la empresa petrolera Shell: “Nuestra prioridad es la protección del medio ambiente”. Los perfumes Givenchy brindan “eternidad”; los perfumes Dior, “evasión”; los pañuelos Hermès, “sueños y leyendas”. ¿Quién no sabe que “la chispa de la vida” enciende a quien bebe Coca-Cola? Si quiere usted saber, fotocopias Xerox, “para compartir el conocimiento”. Contra la duda, los antisudorales Gillette: “Para estar seguro de ti mismo”.

5/ La palabra y la historia
En 1532, el conquistador Pizarro metió preso al Inca Atahualpa, en Cajamarca. Pizarro le prometió la libertad, si el Inca llenaba de oro una gran habitación. El oro llegó, desde los cuatro caminos del imperio, y cubrió la habitación hasta el techo. Pizarro mandó matar al prisionero.
Desde antes, desde que las primeras carabelas aparecieron en el horizonte, hasta nuestros días, la historia de las Américas es una historia de la traición a la palabra: promesas rotas, pactos negados, documentos firmados y olvidados, engaños, emboscadas. “Te doy mi palabra”, se sigue diciendo, pero pocos son los que dan, con la palabra, algo más que nada.
¿No habrá que aprender, como en tantas otras cosas, de los perdedores? Los primeros habitantes de las Américas, derrotados por la pólvora, por los virus y las bacterias y también por la mentira, compartían la certeza de que la palabra es sagrada, y muchos de los sobrevivientes lo creen todavía:
Dicen que nosotros no tenemos grandes monumentos –dice un indígena mapuche, al sur de Chile–. Para nosotros, la palabra sigue siendo el gran monumento. En lengua guaraní, ñe’e significa “alma”, y también significa “palabra”:
–La palabra vale –dice un indígena avá-guaraní, en el Paraguay– porque es nuestra alma. No necesitamos ponerla en un papel, para que nos crean.
Las culturas americanas más americanas de todas fueron descalificadas, desde el pique, como ignorancias. En su mayoría, no tenían escritura. La Ilíada y La Odisea, las obras fundadoras de eso que llaman cultura occidental, también habían sido creadas por una sociedad sin escritura, y sus palabras vuelan cada día mejor. Oral o escrita, la palabra puede ser instrumento del poder o puente de encuentro. La descalificación tenía, y sigue teniendo, otro motivo mucho más realista: estamos entrenados para escuchar y para repetir las voces del éxito.
Por hablar de las voces del éxito, vale la pena mencionar la importancia que la palabra, una sola palabra, ha tenido durante el reciente proceso contra los militares que ejecutaron la matanza contra la comunidad indígena de Xamán, en Guatemala. La carnicería ocurrió en 1995, ya en el período que llaman democrático, y había una montaña de pruebas que condenaban a los asesinos; pero el asunto quedó en agua de borrajas. La secretaria que transcribió el auto de procesamiento había cometido un error de ortografía en la calificación penal: “Ejecusión extrajudicial”, escribió. Los abogados del ejército sostuvieron que ese delito, escrito así, ejecusión, no existe. El fiscal protestó: fue amenazado de muerte y marchó al exilio.

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PREGUNTAS

La invasión
José Miguel Corchado tiene el cuerpo lleno de preguntas. Hace años que ha perdido la cuenta de la cantidad de preguntas que tiene, alfileres que lo lastiman y no le dan tregua, pero recuerda la tarde en que la primera pregunta ocurrió.
Fue en la ciudad de Sevilla, quizá con sol y con aroma de azahares: una tarde como cualquier otra, al cabo de una jornada de trabajo como cualquier otra. El iba caminando hacia su casa, a través del gentío, solo de una soledad como cualquier otra, cuando la primera pregunta apareció. Quiso espantarla, pero se le metió adentro. Y no lo dejó dormir en toda la noche.
Al día siguiente, José Miguel se sentó en una silla y anunció:
–Yo de aquí no me levanto, hasta que no me entere de quién soy.
Llevaba tres meses buscando, allí sentado, cuando lo llevaron al manicomio.

Los colores
En algún lugar del tiempo, más allá del tiempo, el mundo era gris. Gracias a los indios ishir, que robaron los colores a los dioses, ahora el mundo resplandece; y los colores del mundo arden en los ojos que los miran.
Ticio Escobar acompañó a un equipo de la televisión española, que vino al Chaco para filmar escenas de la vida cotidiana de los ishir. Una niña indígena perseguía al director del equipo, silenciosa sombra pegada a su cuerpo, y lo miraba fijo a la cara, de muy cerca, como queriendo meterse en sus raros ojos azules.
El director recurrió a los buenos oficios de Ticio, que conocía a la niña, y la muy curiosa le contestó:
–Yo quiero saber de qué color mira usted las cosas.
–Del mismo que tú –sonrió el director.
–¿Y cómo sabe usted de qué color veo yo las cosas?

La ciudad
Nunca habían visto una ciudad. Viajaron a Madrid desde su aldea remota. Dalía y Felipe, indios tojolabales, se dejaron llevar, sin preguntar nada, siempre acompañados por madrileños cordiales que con ellos comían y paseaban.
Al cabo de algunos días, ya estaban bizcos por el vértigo de los automóviles y la marea humana, tanto autío y gentío, y se les había torcido el pescuezo de tanto mirar los altos edificios.
Entonces a la hora del regreso, Dalía y Felipe quisieron saber:
–¿Y cómo hacen ustedes para vivir unos encima de otros? ¿Y dónde siembran el maíz y los frijoles?

Para las cátedras de Medicina
Cuando Osvaldo Soriano vivía en la Boca, conoció al médico más prestigioso del barrio. El doctor no tenía secretaria, y creo que ni teléfono tenía. El consultorio, sin música funcional ni reproducciones de Gauguin en las paredes, consistía de una mesa, dos sillas y un camastro destartalado. Allí él recibía, vestido de entrecasa, a sus pacientes, y los dejaba hablar. A los pacientes que no conocía, empezaba por preguntarles:
–Y usted, ¿qué enfermedad quiere tener?

La nieve
Aquella noche, toda la nieve de todos los inviernos del mundo cayó sobre el barrio. Liliana Villagra llevaba un buen rato queriendo dormir: queriendo y no pudiendo, por culpa de esas moscas que a veces zumban en el alma, y no hay manera de espantarlas.
Dándose vueltas en la cama, peleando con la almohada, Liliana escuchó las tres campanadas del reloj. Entonces, decidió que necesitaba aire. Abrió la ventana, de par en par, y llenó sus pulmones de buen frío.
El barrio de Pigalle era siempre bullanguero, resonante de juergas y de peleas, alborotado por el ir y venir de las putas y de los travestis, pero aquella noche se había convertido en un desierto, blanco y mudo.
Y una canción subió, desde la nieve. Una voz de pajarito estaba entonando, allá abajo, alguna antigua melodía.
Empinada en la ventana, Liliana descubrió una mujer que estaba esperando, recostada contra la pared, y esperando cantaba, mientras la nieve caía sobre la calle Houdon y caía sobre su abrigo de piel, quizá comprado en el mercado de las pulgas.
–¿No quiere entrar? –ofreció Liliana.
La mujer agradeció, pero dijo que estaba trabajando.
–Linda canción –dijo Liliana.
–Yo canto para no dormirme –dijo la mujer.

Sobre las inversiones inmobiliarias
–Yo no vendo entradas al Cielo –decía don Alfredo Betancor. Y ponía, ofendido, los puntos sobre las íes:
–El cielo no es un cine.
El Cielo era la recompensa reservada a los cristianos obedientes de la ley divina, practicantes de la virtud y de las buenas costumbres. Los pecadores tenían el ingreso prohibido, y no alcanzaba todo el oro del mundo para pagar la llave: en ese asunto de la entrada al más allá, don Alfredo no pinchaba ni cortaba.
Pero, y ¿después? ¿Adónde iban a parar las almas elegidas del Señor? En el pueblo de Cardona, don Alfredo vendía parcelas de Cielo. Y el precio dependía de la ubicación: elija usted a quién quiere de vecino por toda la eternidad. ¿Dónde quiere pasar la vida eterna? ¿Cerca de quién, lejos de quién?
–Tengo el lote que usted necesita –revelaba don Alfredo– y por un precio que parece chiste. ¿Que anda sin plata? Pero no, no se preocupe, eso no importa, ya me irá pagando como pueda.
Muchos compraban. Al contado, muy pocos: casi todos pagaban en módicas cuotas mensuales, y no había quejas, porque todos comprendían que ése no podía ser un servicio gratuito. Don Alfredo no se podía dar el lujo de trabajar en ninguna otra cosa, pendiente como estaba de las llamadas de Dios. Y en aquellos días, tiempos de guerra mundial, Dios andaba muy atareado, con tanto desastre que atender y tanto dolor que consolar.
–El cura dice que yo miento –se enfurecía don Alfredo–. Y yo pregunto: ¿hablaría Dios con un mentiroso? ¿Eh? Yo pregunto.
Don Alfredo murió rico. Desde entonces, es vecino de Carlitos Gardel.

Las estrellas
Y ellas, ¿nos espían? Esos fulgores de la noche, ¿son ojos que noche a noche nos miran?
¿O son bocas? ¿Bocas abiertas por el asombro, que tiemblan de miedo? Los astrónomos no se atreven a decirlo, pero las más recientes investigaciones han probado que las estrellas están cada vez más atónitas y tembleques. Van del estupor al pánico: ellas no consiguen entender cómo sigue dando vueltas, todavía vivo, este mundo nuestro, tan fervorosamente dedicado a su propia aniquilación, donde no hay duda más rentable que el crimen ni nada más exitoso que la estupidez. Y se estremecen de susto, porque han visto que ya andamos invadiendo otros astros del cielo.

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EL DERECHO AL DELIRIO

EL VIAJE

Oriol Valls, que se ocupa de los recién nacidos en un hospital de Barcelona, dice que el primer gesto humano es el abrazo. Después de salir al mundo, al principio de sus días, los bebés manotean, como buscando a alguien.

Otros médicos, que se ocupan de los ya vividos, dicen que los viejos, al fin de sus días, mueren queriendo alzar los brazos.

Y así es la cosa, por muchas vueltas que le demos al asunto, y por muchas palabras que le pongamos. A eso, así de simple, se reduce todo: entre dos aleteos, sin más explicación, transcurre el viaje.

La encrucijada

En el otoño del '93, el periodista Juan Bedoian entrevistó a un médico de guardia, en un hospital público de Río de Janeiro.

El hospital, ubicado en el barrio más copetudo de la ciudad, atendía a mil pacientes por día, muchos de ellos pobres pobrísimos.

El médico contó:

--La semana pasada, tuve que elegir entre dos bebés. Aquí hay un solo respirador artificial. Los bebés llegaron al mismo tiempo, ya moribundos, y yo tuve que decidir quién iba a vivir y quién iba a morir.

Salvando a uno, mataba al otro. Matando a uno, salvaba al otro.

Yo no soy quién, pensó el médico: que decida Dios. Pero él bien sabía que la vida y la muerte dependían, en ese momento, de aquel único respirador. Aquella única máquina, y Dios tenía poco o nada que ver con el asunto.

Los bebés estaban en las últimas. No había tiempo para pensar, no había más remedio: de todos modos, hiciera lo que hiciera, el médico iba a cometer un crimen. Si no hacía nada, cometía dos.

El médico cerró los ojos, y decidió: un bebé fue condenado a morir, y el otro fue condenado a vivir.

El bautismo

El agua más fría del cielo bombardeó Buenos Aires aquella tarde de invierno de 1906.A las cinco en punto, en pleno diluvio, lluviazón, helazón, nació un niño en la calle Castro. El padre arrancó al niño de los brazos de la madre, se lo llevó a la azotea y lo alzó, desnudito, ante la lluvia feroz. Y a la luz de los relámpagos lo ofreció a la lluvia, gritando a pleno pulmón, voz de trueno entre los truenos.

--¡Hijo mío, que las aguas del cielo te bendigan!

El recién nacido se pescó tremenda pulmonía. Pasó cuatro meses de mal en peor. Y cuando ya lo daban por muerto, se salvó.

También se salvó de llamarse descanso dominical. El padre, un anarquista pobre y poeta, siempre perseguido por la policía y por los acreedores, quiso llamarlo así en homenaje a esa reciente conquista obrera, pero el Registro Civil no le aceptó el nombre. Entonces se reunieron los amigos, anarquistas pobres y poetas, siempre perseguidos por la policía y por los acreedores, y discutieron el asunto. Y fueron ellos quienes decidieron que se llamaría Cátulo. Cátulo Castillo, el niño que unos cuantos años después fue capaz de inventar "La última curda" y otros tangos de esos que son para escuchar de pie, sombrero en mano.

El porvenir

Mientras peinaba la muñeca, Rita anunció:

--Cuando yo sea grande, voy a ser música.

Horacio Tubio, que estaba leyendo el diario, levantó la vista por encima de los lentes:

--Qué buena noticia --dijo, y quiso saber qué instrumento iba a tocar.

--La flauta --dijo ella.

Horacio se comprometió a ir a su primer concierto:

--Allí, en primera fila, estaré yo, para aplaudirte.

Rita lo miró, acostó la muñeca, se encaramó al sillón y se puso a sumar con los dedos. Sumó y sumó, de dedo en dedo: después, meneó la cabeza y, muy severamente, dijo:

--Mirá, tío. A mí me parece que no vas a poder ir, porque vas a estar un poquitito muertito.

La tiza

A contracorazón, sin alegría, cumplía la tiza su trabajo de cada día en una escuela de Praga.Sufría la tiza, gemía. Chillando hacía lo que debía: la maestra la obligaba a dibujar, en el pizarrón, palabras despedazadas en sílabas, acribilladas de acentos, y números ordenados como soldaditos en fila.Mientras los niños crecían, la tiza encogía. Poquito cuerpo le quedaba, cuando la maestra la tiró al cesto de la basura.

La tiza despertó, un rato después, en el fondo del bolsillo de uno de los alumnos.

Ese niño se sentó, en plena calle, y dibujó sobre el asfalto. Con aquel último resto de tiza, el niño dibujó el viento. Y la tiza, feliz, ni se dio cuenta de que se desvanecía para siempre.

Las reglas

Chema jugaba con la pelota, la pelota jugaba con Chema, la pelota era un mundo de colores y el mundo volaba, libre y loco, flotaba en el aire, rebotaba donde quería, picaba para aquí, saltaba para allá, de brinco en brinco: llegó la madre y mandó a parar.

Maya López atrapó la pelota y la guardó bajo llave, dijo que Chema era un peligro para los muebles, para la casa, para el barrio y para la Ciudad de México y lo obligó a ponerse los zapatos, a sentarse como es debido y a hacer las tareas para la escuela.

--Las reglas son las reglas --dijo.

Chema alzó la cabeza:

--Yo también tengo mis reglas --dijo. Y dijo que, en su opinión, una buena madre debía obedecer las reglas de su hijo: que me dejes jugar todo lo que quiera, que me dejes andar descalzo, que no me mandes a la escuela ni a nada parecido, que no me obligues a dormir temprano y que cada día nos mudemos de casa.

Y mirando el techo, como quien no quiere la cosa, agregó:

--Y que seas mi novia.

La revelación

Cuando Ricardo Marchini cumplió diez años de edad, sintió que la hora de la verdad había llegado.

--Vamos, Leo --dijo--. Tenemos que hablar.

Y se marcharon, calle arriba, los dos. Anduvieron un buen rato por el barrio Saavedra, dando vueltas, en silencio. Leonardo se detenía mucho, como tenía costumbre, y después apuraba el paso para alcanzar a Ricardo, que caminaba con las manos en los bolsillos y el ceño fruncido.

Al llegar a la plaza, Ricardo se sentó. Tragó saliva. Apretó la cara de Leonardo entre las manos y, mirándolo a los ojos, largó el chorro.

--Mirá Leo perdoná que te lo diga pero vos no sos hijo de papá y mamá es mejor que lo sepas Leo que a vos te recogieron de la calle.

Suspiró hondo:

--Tenía que decírtelo, Leo.

Leonardo había sido encontrado, cuando era muy chiquito, dentro de una bolsa negra de la basura, pero Ricardo prefirió ahorrarle esos detalles.

Entonces, regresaron a casa. Ricardo iba silbando, Leonardo meneaba el rabo, saludando a los amigos: los vecinos lo querían, porque él era marrón y blanco, como el Platense, el club de fútbol del barrio, que casi nunca ganaba.


GALEANO

EL VIAJE

Oriol Valls, que se ocupa de los recién nacidos en un hospital de Barcelona, dice que el primer gesto humano es el abrazo. Después de salir al mundo, al principio de sus días, los bebés manotean, como buscando a alguien.

Otros médicos, que se ocupan de los ya vividos, dicen que los viejos, al fin de sus días, mueren queriendo alzar los brazos.

Y así es la cosa, por muchas vueltas que le demos al asunto, y por muchas palabras que le pongamos. A eso, así de simple, se reduce todo: entre dos aleteos, sin más explicación, transcurre el viaje.

La encrucijada

En el otoño del '93, el periodista Juan Bedoian entrevistó a un médico de guardia, en un hospital público de Río de Janeiro.

El hospital, ubicado en el barrio más copetudo de la ciudad, atendía a mil pacientes por día, muchos de ellos pobres pobrísimos.

El médico contó:

--La semana pasada, tuve que elegir entre dos bebés. Aquí hay un solo respirador artificial. Los bebés llegaron al mismo tiempo, ya moribundos, y yo tuve que decidir quién iba a vivir y quién iba a morir.

Salvando a uno, mataba al otro. Matando a uno, salvaba al otro.

Yo no soy quién, pensó el médico: que decida Dios. Pero él bien sabía que la vida y la muerte dependían, en ese momento, de aquel único respirador. Aquella única máquina, y Dios tenía poco o nada que ver con el asunto.

Los bebés estaban en las últimas. No había tiempo para pensar, no había más remedio: de todos modos, hiciera lo que hiciera, el médico iba a cometer un crimen. Si no hacía nada, cometía dos.

El médico cerró los ojos, y decidió: un bebé fue condenado a morir, y el otro fue condenado a vivir.

El bautismo

El agua más fría del cielo bombardeó Buenos Aires aquella tarde de invierno de 1906.A las cinco en punto, en pleno diluvio, lluviazón, helazón, nació un niño en la calle Castro. El padre arrancó al niño de los brazos de la madre, se lo llevó a la azotea y lo alzó, desnudito, ante la lluvia feroz. Y a la luz de los relámpagos lo ofreció a la lluvia, gritando a pleno pulmón, voz de trueno entre los truenos.

--¡Hijo mío, que las aguas del cielo te bendigan!

El recién nacido se pescó tremenda pulmonía. Pasó cuatro meses de mal en peor. Y cuando ya lo daban por muerto, se salvó.

También se salvó de llamarse descanso dominical. El padre, un anarquista pobre y poeta, siempre perseguido por la policía y por los acreedores, quiso llamarlo así en homenaje a esa reciente conquista obrera, pero el Registro Civil no le aceptó el nombre. Entonces se reunieron los amigos, anarquistas pobres y poetas, siempre perseguidos por la policía y por los acreedores, y discutieron el asunto. Y fueron ellos quienes decidieron que se llamaría Cátulo. Cátulo Castillo, el niño que unos cuantos años después fue capaz de inventar "La última curda" y otros tangos de esos que son para escuchar de pie, sombrero en mano.

El porvenir

Mientras peinaba la muñeca, Rita anunció:

--Cuando yo sea grande, voy a ser música.

Horacio Tubio, que estaba leyendo el diario, levantó la vista por encima de los lentes:

--Qué buena noticia --dijo, y quiso saber qué instrumento iba a tocar.

--La flauta --dijo ella.

Horacio se comprometió a ir a su primer concierto:

--Allí, en primera fila, estaré yo, para aplaudirte.

Rita lo miró, acostó la muñeca, se encaramó al sillón y se puso a sumar con los dedos. Sumó y sumó, de dedo en dedo: después, meneó la cabeza y, muy severamente, dijo:

--Mirá, tío. A mí me parece que no vas a poder ir, porque vas a estar un poquitito muertito.

La tiza

A contracorazón, sin alegría, cumplía la tiza su trabajo de cada día en una escuela de Praga.Sufría la tiza, gemía. Chillando hacía lo que debía: la maestra la obligaba a dibujar, en el pizarrón, palabras despedazadas en sílabas, acribilladas de acentos, y números ordenados como soldaditos en fila.Mientras los niños crecían, la tiza encogía. Poquito cuerpo le quedaba, cuando la maestra la tiró al cesto de la basura.

La tiza despertó, un rato después, en el fondo del bolsillo de uno de los alumnos.

Ese niño se sentó, en plena calle, y dibujó sobre el asfalto. Con aquel último resto de tiza, el niño dibujó el viento. Y la tiza, feliz, ni se dio cuenta de que se desvanecía para siempre.

Las reglas

Chema jugaba con la pelota, la pelota jugaba con Chema, la pelota era un mundo de colores y el mundo volaba, libre y loco, flotaba en el aire, rebotaba donde quería, picaba para aquí, saltaba para allá, de brinco en brinco: llegó la madre y mandó a parar.

Maya López atrapó la pelota y la guardó bajo llave, dijo que Chema era un peligro para los muebles, para la casa, para el barrio y para la Ciudad de México y lo obligó a ponerse los zapatos, a sentarse como es debido y a hacer las tareas para la escuela.

--Las reglas son las reglas --dijo.

Chema alzó la cabeza:

--Yo también tengo mis reglas --dijo. Y dijo que, en su opinión, una buena madre debía obedecer las reglas de su hijo: que me dejes jugar todo lo que quiera, que me dejes andar descalzo, que no me mandes a la escuela ni a nada parecido, que no me obligues a dormir temprano y que cada día nos mudemos de casa.

Y mirando el techo, como quien no quiere la cosa, agregó:

--Y que seas mi novia.

La revelación

Cuando Ricardo Marchini cumplió diez años de edad, sintió que la hora de la verdad había llegado.

--Vamos, Leo --dijo--. Tenemos que hablar.

Y se marcharon, calle arriba, los dos. Anduvieron un buen rato por el barrio Saavedra, dando vueltas, en silencio. Leonardo se detenía mucho, como tenía costumbre, y después apuraba el paso para alcanzar a Ricardo, que caminaba con las manos en los bolsillos y el ceño fruncido.

Al llegar a la plaza, Ricardo se sentó. Tragó saliva. Apretó la cara de Leonardo entre las manos y, mirándolo a los ojos, largó el chorro.

--Mirá Leo perdoná que te lo diga pero vos no sos hijo de papá y mamá es mejor que lo sepas Leo que a vos te recogieron de la calle.

Suspiró hondo:

--Tenía que decírtelo, Leo.

Leonardo había sido encontrado, cuando era muy chiquito, dentro de una bolsa negra de la basura, pero Ricardo prefirió ahorrarle esos detalles.

Entonces, regresaron a casa. Ricardo iba silbando, Leonardo meneaba el rabo, saludando a los amigos: los vecinos lo querían, porque él era marrón y blanco, como el Platense, el club de fútbol del barrio, que casi nunca ganaba.


GALEANO

HABLAN LAS PAREDES

Según el diccionario de la Real Academia Española, las frases que manos anónimas escriben en las paredes de las ciudades se llaman grafitos y “son de carácter popular y ocasional, sin trascendencia”.
Alguna trascendencia les reconoció, en cambio, Rudolph Giuliani. En años recientes, cuando el alcalde emprendió su cruzada contra el hampa en Nueva York, condenó a los peligrosos autores de palabras y dibujitos, porque “ensuciando las paredes revelan una conducta protocriminal”. En cambio, se supone, revelan una irreprochable conducta las empresas que cubren las ciudades con anuncios de publicidad descaradamente mentirosos.
Las paredes, me parece, opinan otra cosa. Ellas no siempre se sienten violadas por las manos que las escriben o las dibujan. En muchos casos, están agradecidas. Gracias a esos mensajes, ellas hablan y se divierten. Bostezan de aburrimiento las ciudades intactas, que no han sido garabateadas por nadie en los poquitos espacios no usurpados por las ofertas comerciales.
Somos muchos los lectores al paso. Y diga lo que diga la respetable Academia, somos muchos los que cada día comprobamos que las anónimas inscripciones trascienden a sus autores. Alguien, quién sabe quién, desahoga su bronca personal, o trasmite alguna idea que le ha visitado la cabeza, o se saca las ganas de tomarse el pelo o tomar el pelo a los demás: a veces ese alguien está siendo mano de muchos. A veces ese alguien está oficiando de intérpretes de los sentires colectivos, aunque no lo sepa ni lo quiera.
Aquí va una breve recopilación, dividida por temas, de algunas frases que he leído últimamente en diversas ciudades: en las paredes, que vienen a ser algo así como las imprentas más democráticas de todas.

Tiempos modernos

Si la cárcel está llena de inocentes, ¿dónde están los delincuentes?
Yo no vendo a mi madre. Ya la vendió mi padre.
Oculté tan bien lo que pensaba, que ya no lo recuerdo.
Tanta lluvia y tan poco arcoiris.
¿Y si hay guerra y no va nadie?
En mi hambre, mando yo.

Preguntas

Vivir solo ¿es tan imposible como vivir acompañado?
Los mudos ¿practican el sexo oral?
¿El amor muere o cambia de domicilio?
Un parto en la calle ¿es alumbrado público?
Si María era virgen, ¿Jesús era adoptado?
Cuando yo sea niño, ¿seré poeta?

De ellas sobre ellos

Hombre que no miente es mujer.
Una mujer sin hombre es como un pez sin bicicleta.
El 99 por ciento de los hombres da mala reputación al resto.
Prometen regalos y dan palos.
¿Qué hacen las mujeres antes de encontrar al hombre de sus sueños? Se casan y tienen hijos.
Detrás de toda mujer feliz, hay un machista abandonado.
Si Dios hizo a Adán a su imagen y semejanza, ¿quién nos defiende de Dios?

De ellos sobre ellas

Mujer que no rompe las bolas es hombre.
Cada día mueren dieciocho mil mujeres, y a la mía ni le duele la cabeza.
La mujer en casa y con la pata rota.
Linda como mujer de otro.
Si se callaran un momento, podría decirles cuánto las amo.
Cuando no te lo cobran, te lo hacen pagar.
Si las mujeres fueran necesarias, Dios tendría una.

La Tercera Vía

Happy birthgay.
Iguales, pero diversos.
Somos así porque nos gusta, aunque no les guste.
Lo único contra natura es el voto de castidad.
No tengo miedo de mí.
Yo soy Adán, más Eva.
Si Dios me hizo así, Dios es gay.

Todos

Te amo y no puedo parar.

Morir

¿Por qué tienen muros los cementerios, si los que están adentro no pueden salir y los que están afuera no quieren entrar?
Los muertos no nos dejan vivir, porque no los dejamos morir.
La muerte es un mal hereditario.
Hablaban tan bien de mí, que pensé que me había muerto.
La muerte siempre gana, pero te da una vida de ventaja.
No te preocupes tanto por la vida, porque no saldrás vivo de ella.
Todos los dioses fueron inmortales.
Lo único seguro es que quién sabe.

Zig y zag

Con el tigre delante, no hay burro con reuma.
La calle Después lleva a la plaza Nunca.
Soñé que tenía insomnio.
Yo camino con ojos en los pies.

PÁJAROS PROHIBIDOS


Los presos políticos uruguayos no pueden hablar sin permiso,

silbar, sonreír, cantar, caminar rápido, ni saludar a otro preso.

Tampoco pueden dibujar ni recibir dibujos de mujeres

embarazadas, parejas, mariposas, estrellas ni pájaros.

Didoskó Pérez, maestro de escuela, torturado y preso "por

tener ideas ideológicas", recibe un domingo la visita de su hija

Milay, de cinco años. La hija le trae un dibujo de pájaros. Los

censores se lo rompen a la entrada de la cárcel.

Al domingo siguiente, Milay le trae un dibujo de árboles. Los

árboles no están prohibidos y el dibujo pasa. Didoskó le elogia

la obra y le pregunta por los circulitos de colores que aparecen

en las copas de los árboles, muchos pequeños círculos entre las

ramas: - ¿son naranjas?¿qué frutos son?- La niña lo hace callar:

-ssshhhhh- y en secreto le explica: - bobo ¿no ves que son los

ojos? Los ojos de los pájaros que te traje a escondidas.

Eduardo Galeano

HASTA QUE CHOQUE CHINA CON ÁFRICA